Huesos calados por la lluvia, recubiertos de músculos agarrotados por los constantes golpes de una desafortunada vida. Una piel nada impermeable que ha permitido a los huesos estar calados, cierta cantidad de vello, ropajes raidos, abalorios, gorros, guantes, y demás parafernalia. Y encima de todo ello, lo auténtico, lo consistente, lo alucinante. Una segunda piel, tan terriblemente mierdosa como la masa informe que tiene debajo. ¡¡Segunda piel para la peñita!