Gaudí construyó La Sagrada Familia. Pero, ¿quién dio la idea? ¿De dónde nacieron la ilusión, los impulsos y los arriesgos que la hicieron posible entonces y la siguen haciendo hasta hoy? El 24 de junio de 1869, un joven sacerdote de 36 años, José Manyanet y Vives, escribía al obispo de Seo de Urgel, José Caixal, proponiéndole la idea de levantar un templo a La Sagrada Familia. Esa semilla necesitó decenios para fructificar y fueron luego otros grupos, movimientos y personas quienes con él la sostuvieron hasta el final; pero sin la inspiración y empuje de José Manyanet no existiría. El 16 de mayo es canonizado por Juan Pablo II, y con ello la Iglesia reconoce el valor de su iniciativa, la santidad de su vida, la ejemplaridad de su ministerio sacerdotal y la fecundidad de su paternidad. Fundó dos congregaciones, una masculina (Hijos de la Sagrada Familia) y otra femenina (Misioneras de la Sagrada Familia) extendidos por Europa, África y América, con casas en los márgenes de las grandes ciudades y en el corazón de ellas: Barcelona, Madrid, Alcobendas, Camerún, Venezuela, Ecuador, México, Italia, Argentina, Italia, Brasil.
Si templo e instituciones de personas no son pura arqueología, ni cultura agotada, ¿cuál es su significación permanente? Gaudí y Manyanet, estos hombres y mujeres presentes en tantos rincones del mundo, se percataron de que en la vida humana hay realidades nutricias de su dignidad y de su futuro, realidades que Dios ha creado y que él mismo, encarnado, ha experimentado. La primera entre ellas es la familia. Sólo podemos hablar de La Sagrada Familia si a la vez hablamos de cómo es sagrada la familia. Ella es la raíz personal y amorosa de la existencia humana, sin la cual el hombre ni llega a ser ni crece con aquel arraigo, libertad y aposentamiento gozoso que necesitamos para acoger la vida no como un destino ciego y violento, sino como un bello quehacer y una sagrada misión.