Sabes que la culpa está arraigada profundamente en nuestro sistema de relaciones con nosotros mismos y con los demás... ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste culpable?...
Esta es la segunda parte de los dos episodios que hemos dediqué para hablar de la culpa, en la primera entrega hablé sobre la culpa desde su definición, algunas formas comunes de asumirla como la evasión, la atribución incorrecta de la culpa o el exceso de responsabilidad, la atención selectiva a las causas que originan el sentimiento de culpa; y por último, vimos la comprensión de la culpa como un sentimiento que hace parte de nuestra vida diaria y que cumple con una función en nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos, con los otros y con la naturaleza. Si quieres escucharlo ve a mi perfil en Spotify y ahí lo encontrarás, junto a los demás episodios de Caminando Podcast.
Durante siglos, incluso hasta hoy, la influencia y formación judeocristiana, ha marcado una línea de entendimiento donde la culpa permanente se puede subsanar a partir de una serie de actos de caridad o de ritos, es entendida como una deuda constante a pagar a la figura de Dios. Nietzsche en su investigación sobre los sentimientos morales plantea una mirada contraria al proponer que el concepto moral de la culpa no tiene un origen divino, sino hace parte de las dinámicas de civilización y de relacionamiento que hemos establecido como sociedad.
Esta mirada resulta relevante porque el mecanismo de la culpa ha sido históricamente utilizado para obtener réditos o beneficios cuando se trata de un enfoque religioso, por tanto, me siento pecador, soy culpable ante los ojos de Dios y a través de donaciones, dádivas o sacrificios físicos, recupero el favor de Dios. Esto en muchos casos, no por orientación de las Iglesias sino por la interpretación de los devotos, es decir, la aparición del remordimiento por algún mal generado hace que la culpa y el pecado estén en una categoría similar uno como consecuencia de la otra, una idea que está instalada en nuestro sistema personal de relaciones.
Los seres humanos somos una especie admirable, esa capacidad de nombrar, categorizar, organizar, clasificar, analizar, los conceptos a través de los cuales nos relacionamos, es algo que debería llevarnos a vivir mejor, con mayor claridad sobre lo que somos y vivimos, pero que, en mi experiencia personal, esa necesidad de entenderlo todo desde la razón, termina por enredarnos la existencia y sumirnos en conductas cada vez más impersonales e irresponsables con nosotros mismos y con los otros.
Razonamos tanto los conceptos como la culpa que la entendemos perfectamente desde sus diferentes campos, pero al momento de enfrentarla nos vemos desorientados.
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