Ana Daganzo
Las plantas silvestres crecen de manera espontánea en el entorno natural, es decir, no han sido cultivadas por el ser humano. Históricamente su recolección ha sido fundamental para la supervivencia, pero en la actualidad ha ido disminuyendo de manera progresiva. Las muestras de hojas, flores y tallos de la imagen han sido recolectadas en la Sierra Norte de Madrid. Muchas de ellas son plantas silvestres comestibles. De algunas se aprovechan sus frutos, como
sucede con la higuera, el escaramujo, la bellota o la nuez. De otras son comestibles sus hojas y raíces, como la coruja, la zanahoria silvestre o el espárrago de la nuez; o bien se utilizan en infusiones, como el poleo, la manzanilla o la mejorana. Otras son apreciadas por su aroma y por sus usos para la producción de ungüentos y lociones. Esta sabiduría tradicional que aún transmiten los habitantes más longevos de esta zona, que conocen sus usos y propiedades, cobra una gran importancia en la actualidad. Son un recurso alimentario que no utiliza pesticidas ni abonos y que, a su vez, nos hace estar más en contacto con la naturaleza. Además, tiene gran interés para el desarrollo rural, agrario y alimentario.