Fugazmente, un barquito azulado
se encalló en los bajíos de estas playas;
Entró una vez ese barquito en mis arenas;
viví entonces unos días de entusiasmo
sobre su proa de espacios generosos
Y así comí de sus bodegas opulentas
riquísimos pasteles cocinados con las aguas
que no pudo hallar el Juan aventurero.
Hasta ese día yo me había alimentado
con membrillos que ya estaban apestados.
Atravesé el convexo ojo de buey
y vi los camarotes atestados de sirenas.
El barquito ya se ha ido:
Tras los árboles del bosque
los lémures espían a la playa;
La playa ya nunca más será mi amada
Un día me encontré con un barquito azulado
que echó ancla en mis bajíos.
Damián Nicolás López Dallara