Elon Musk le ha puesto un implante cerebral a un mono para que juegue al ordenador. Con sus propios pensamientos. El plan lo ejecuta su empresa Neuralink. Después de los simios, aspira a instalar circuitos y sensores en cerebros humanos para que puedan comunicarse con las máquinas. O entre sí. “Estaría muy guay”, sueña el millonario Musk, también promotor de los coches sin conductor y de los cohetes que van a llevar turistas al espacio este mismo año. En el futuro presente que diseña Musk, se podrá escapar sin pisar el acelerador y saltar a la galaxia sólo con pensar en la cuenta atrás. La era de la pandemia acelera las huidas de la humanidad.