Henri Landru fue uno de los asesinos en serie más famosos del siglo XX en Francia. Aunque la policía sólo pudo probarle once asesinatos, los investigadores le atribuyen cerca de un centenar de ellos. Su forma de actuar era siempre la misma: conocía a mujeres viudas a través de anuncios en la prensa, y cuando se había ganado su confianza les quitaba el dinero y luego las mataba y eliminaba su cadáver. Landru llevó una doble vida durante cuatro años: por un lado un respetable padre de familia, por otro un asesino sin escrúpulos. Su actividad criminal acabó gracias a las pesquisas de varios familiares de mujeres desaparecidas y, tras dos años de investigaciones, fue condenado a morir guillotinado.