Nuestra educación emocional brilla por su ausencia.
Vamos parcheando.
Sin escucharnos, sin detenernos, en una especie de huida hacia delante.
Somos islas flotando a la deriva.
No sabemos lo que nos pasa.
No podemos nombrarlo.
No pedimos ayuda.
Creemos que podemos con todo.
Que no necesitamos a nadie.
Creemos que esto pasará, que no es tan importante.
Pero sí que lo es.
Es que lo que tenemos por dentro es lo que somos.
Y tenemos que cuidar de ello.
Tenemos que ser capaces de conocernos un poco mejor a nosotros mismos.
De ver por qué decimos esto o por qué jamás abrazamos.
Tenemos que ser capaces de tender puentes con los demás...
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