A pesar de lo rico que es el género documental y del gran talento que han mostrado directores nacionales al hacer sus cintas, parece ser que de unos años a la fecha se cayó en la fórmula de “busca a un personaje y documenta su vida por unos meses y ya con eso te gradúas como cineasta”.
En el caso de Maricarmen, Sergio Morkin usa esa fórmula, con el buen tino de saber escoger a su personaje principal. Maricarme Graue es una chelista que también toca en una banda de rock y en una orquesta. Gusta de escribir, participa incluso en carreras de larga distancia como maratones. Una vida muy plena, especialmente cuando consideramos que es ciega y vive en la ciudad de México, sola, y es más que capaz de transitar y sobrevivir la ciudad.
El planteamiento de la vida de Maricarmen nos da algo ya interesante, pero el acercamiento y la humanización de sus circunstancias es lo que la vuelve memorable. Si perdió parte de su capacidad visual por circunstancias ajenas o por la intervención de personas, no son solo personas grises y lejanas, ya que conocemos la historia gracias a las voces de sus personas cercanas, y nos ayudan a conocer las influencias que han llevado a Maricarmen a ser como es, tan ella y tan independiente, con todo y las limitantes en entornos tan complejos como en el que vive.