Para Andrea.
Sé que tengo una amiga y a la vez sé que ella me tiene a mí.
Me tiene en su mirada profunda con un carbón oscuro
que acuna una Castilla que compartimos.
Me tiene equilibrista en el hilo tendido de su voz y sus letras,
ahí no tengo otro vértigo que no sean sus rizos.
Me tiene en la sensibilidad cuando respira en las comas
de los versos impares y hace de los números primos
una familia nueva con los padres dormidos.
Sé que tengo una amiga que hace de los escalones de su casa
una promesa tibia de maderas antiguas, de libros bien leídos,
con viejas cajas de música que nos hacen reír
y una mirilla ancha para ver hacia adentro los maullidos.
Sé que tengo una amiga, pero quiero contarlo entre todos
los vientos del aire que se da
cuando es injusto aquello que sucede.
Cuando eso nos pasa nos echamos al monte.
La he llevado a la era, limonera, pim, pom, fuera.
Al parque donde hubo árboles huecos que aún no le he mostrado
y al pueblo de todos los poetas con la rima precisa de la risa.
Lo que ella no sabe es que por mucho que la lleve, ella me trae, cada vez que me voy, por las calles amargas, por los cerros de Úbeda, por los derroteros y los abrazos pares del hola y el adiós.
Tengo una amiga que me tiene en sus versos hecho un poema.
Juan Andrés Pastor Almendros .
