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Tratar a un paciente con múltiples condiciones médicas y con una mentalidad arraigada de "dieta" requiere un enfoque integral, considerando no solo las necesidades nutricionales, sino también el componente emocional y psicológico relacionado con la alimentación. Si fuera un nutricionista, aquí te describo cómo abordaría el caso:

  1. Evaluación inicial:
    • Historia clínica detallada: Entender el historial médico, hábitos alimenticios, nivel de actividad física, patrones de sueño, uso de medicamentos y otros factores relacionados.
    • Medidas antropométricas: Peso, talla, índice de masa corporal, circunferencia de cintura y otros.
    • Análisis de sangre: Revisar niveles de colesterol, triglicéridos, glucosa y otras pruebas pertinentes para tener una imagen clara del estado de salud.
  2. Educación y desmitificación:
    • En lugar de promover la idea de "dieta", enfocar el tratamiento en adoptar un "estilo de vida saludable".
    • Explicar que las "dietas" suelen ser temporales y pueden llevar a efectos yo-yo, mientras que un cambio gradual y constante en el estilo de vida produce resultados más duraderos.
    • Informar sobre los riesgos asociados a la obesidad, hipercolesterolemia y hígado graso y cómo una nutrición adecuada puede ayudar a manejar o mejorar estas condiciones.
  3. Plan nutricional personalizado:
    • Establecer un plan calórico adecuado para promover una pérdida de peso saludable.
    • Enfatizar alimentos ricos en fibra, como frutas, verduras y granos enteros.
    • Reducir la ingesta de grasas saturadas y trans, optando por grasas más saludables como las que provienen de aceite de oliva, aguacate y frutos secos.
    • Limitar el consumo de azúcares añadidos y sal.
    • Recomendar una ingesta moderada de proteínas de fuentes magras como pescado, pollo, legumbres y lácteos bajos en grasa.
    • Limitar el consumo de alcohol y evitar bebidas azucaradas.
    • Promover la hidratación adecuada a través del consumo de agua.
  4. Apoyo psicológico:
    • Abordar la relación emocional con la comida.
    • Fomentar la autoobservación y la reflexión sobre los disparadores emocionales que llevan a la ingesta excesiva.
    • Puede ser útil la colaboración con un psicólogo o terapeuta especializado en trastornos de la alimentación.
  5. Promoción de actividad física:
    • Fomentar un incremento gradual en la actividad física, adaptándola a las capacidades y preferencias del paciente.
    • Puede incluir caminatas, ejercicios de resistencia, yoga, natación, entre otros.
  6. Seguimiento y adaptación:
    • Realizar citas de seguimiento regulares para monitorizar el progreso, resolver dudas y adaptar el plan según sea necesario.
    • Celebrar los logros, por pequeños que sean.
  7. Involucramiento familiar:
    • En muchos casos, es beneficioso involucrar a la familia en el proceso, ya que pueden ser un apoyo importante en el cambio de hábitos.
  8. Prevención de recaídas:
    • Proporcionar herramientas y estrategias para prevenir y manejar posibles recaídas.
    • Reinforce la idea de que un tropiezo no significa fracaso, sino una oportunidad para aprender y adaptarse.
Cabe destacar que cada paciente es único y lo que funciona para uno puede no ser adecuado para otro. La personalización y la comprensión son clave en el proceso de tratamiento y recuperación.

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