La paciente y su relación amor-odio con la báscula
Tiene 34 años, trabaja en una oficina desde casa y dedica más de 8 horas al día sentada frente al ordenador. Como muchas personas, lleva años luchando con el "efecto yo-yo". Su historia empieza con una dieta milagro que encontró en internet antes de su boda, con la que perdió 8 kilos en tres meses. El día de la boda estaba encantada, pero seis meses después ya había recuperado esos kilos… y unos cuantos más.
Lo curioso es que la paciente no tiene malos hábitos evidentes: no come ultraprocesados de forma excesiva, no es fanática del dulce, y su consumo de alcohol es moderado. Aun así, siente que "come poco y engorda mucho".
Además, su relación con la comida está marcada por un sentimiento de culpa cada vez que se permite un capricho, como un trozo de pizza o un helado. Todo se complica más cuando se sube a la báscula: si ha subido de peso, se siente derrotada y pasa días restringiéndose. Si ha bajado, se premia con comida, cerrando un círculo del que no sabe salir.
La paciente llega a la consulta buscando una solución definitiva, pero sin darse cuenta de que no solo necesita un cambio en su alimentación, sino también en cómo se relaciona con la comida y su cuerpo.
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