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Hoy quiero hablarte de un tema que probablemente te suene familiar: las calorías.

Ese numerito que aparece en las etiquetas, en las aplicaciones de móvil y que se ha convertido casi en una obsesión para muchas personas que quieren perder peso o “comer bien”. Durante años nos han repetido que la clave está en contar calorías: saber cuántas entran, cuántas salen y mantener un supuesto equilibrio.

Pero, ¿es realmente tan importante? ¿De verdad la salud depende de una operación matemática? La respuesta es que no. 

Hoy quiero explicarte por qué no necesitas contar calorías y cómo cambiar esa visión puede ayudarte a tener una relación mucho más sana, libre y realista con la comida.

Una caloría es simplemente una unidad de energía. Es lo que el cuerpo obtiene de los alimentos para poder funcionar: movernos, pensar, respirar, digerir… El concepto se empezó a usar en nutrición a principios del siglo XX, sobre todo en contextos militares y hospitalarios, porque se necesitaba estandarizar las raciones de comida. Con el tiempo, la industria de la dieta lo popularizó hasta convertirlo en un mantra: “come menos, muévete más”. El problema es que esta idea simplifica algo mucho más complejo. Porque sí, las calorías existen y tienen un papel en nuestro metabolismo, pero no lo son todo.

Cuando reduces la comida a números, pasan varias cosas:

Además, este enfoque ignora factores fundamentales: cómo se absorben esos nutrientes, la microbiota, el sueño, el estrés, el contexto social, la genética… ¿De verdad crees que todo eso cabe en un simple número?

En vez de contar calorías, hay otros aspectos mucho más útiles:Si hasta ahora te has guiado por el conteo calórico, ¿cómo puedes soltar esa necesidad? Aquí algunas ideas prácticas:
  1. Piensa en platos, no en números. El plato de Harvard es una herramienta muy visual: mitad verduras y frutas, un cuarto proteína, un cuarto hidratos de calidad. Mucho más fácil y realista.
  2. Escucha tu cuerpo: aprende a identificar el hambre física y diferenciarla del hambre emocional o del simple aburrimiento.
  3. Sé flexible: todos los alimentos caben. No existen los prohibidos, sino las proporciones y la frecuencia.
  4. Valora la experiencia: come despacio, sin pantallas, disfrutando de texturas y sabores. Eso también nutre.
  5. Recuerda la visión global: no pasa nada si un día comes más o menos, lo que cuenta es tu alimentación a lo largo del tiempo.

Quiero que te quedes con esta idea: no eres una calculadora. No necesitas pasarte el día sumando y restando calorías para cuidarte. Comer bien no es un castigo ni una fórmula matemática, es un acto de autocuidado, de respeto y de placer. Cuando sueltes la necesidad de contar calorías, vas a ganar libertad, confianza y mucha más paz con la comida. 7. Cierre Así que la próxima vez que te sientes a comer, en lugar de preguntarte “¿cuántas calorías tiene esto?”, pregúntate:Si las tres respuestas son sí, adelante. Gracias por acompañarme un día más. Y recuerda, si necesitas ayuda para aprender a comer sin miedo y sin obsesiones, mi equipo y yo estamos aquí para ayudarte. Nos escuchamos en el próximo episodio.

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