Roy Olmstead, un antiguo agente de policía de Seattle, se convirtió en un gran traficante de alcohol durante la Ley Seca, pero a diferencia de otros mafiosos y gángsters de la época aplicó a su organización un riguroso código ético de conducta: las armas estaban prohibidas, el alcohol jamás sería adulterado y se renunciaba a hacer negocios ilegales de otro tipo, como prostitución, juego o narcóticos. Sin embargo, la policía dio caza a Olmstead gracias a unas escuchas teléfonicas, convirtiéndose en uno de los primeros casos procesados por este tipo de pruebas. Olmstead recurrió esta sentencia, y en eso guarda un curioso paralelismo con otro traficante muy posterior: el narco gallego Sito Miñanco.