Al participar en una comunidad eclesial mayor, los miembros de la familia cristiana no sólo aprenden cosas nuevas, sino que son también sanados de muchas heridas que traen de su hogar: pues la “Iglesia doméstica”, en cuanto comunidad de pecadores, puede haber dañado o atrofiado bajo diversos aspectos su capacidad de amar. Dolorosas desilusiones con los propios hermanos, generan a veces un recelo instintivo a dar confianza, que bloquea por años las posibilidades de vivir la fraternidad cristiana y de insertarse de modo fecundo en la sociedad
Le damos gracias a Anthony Sanchez por esta hermosa reflexion, bendiciones a todos!