“Ser alma de oración” es toda una meta. No solo hacer oración, sino que nuestro yo esté siempre abierto a la realidad relacional con Aquel que nos habita. Necesitamos la ayuda de la gracia para el encuentro del hombre con Dios. Puedo meditar, como los filósofos, pero no hago oración. Para que haya tal, necesitamos unir nuestro espíritu al de Dios.