El pecado original nos obnubila para las cosas de la fe. Por eso Dios nos dio a María, para tener un inmediato punto de referencia para nuestro actuar. Esto vale para todos, pero especialmente para las madres y esposas. María nos habla de la plenitud de gracia, es decir, de una vida llena de Dios. Eso implica que la mamá está llamada a hacer realidad esa prioridad de Dios en la familia.