El centro de las miradas es el costado abierto. Todos los bienes nos llegan del costado traspasado de Cristo. Allí residen los secretos del Amor divino. “Jesús nos ha conocido y amado a cada uno de nosotros”, enseña el Catecismo. Creamos que “Dios no sabe contar sino hasta a uno”, y todo su amor, divino y humano, está volcado sobre cada uno.