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"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador" (Juan 15:1).

El enfoque de este pasaje es la gran necesidad que tenemos de Cristo. Sin Él no hay vida espiritual. Él es la vid y nosotros los pámpanos. Sin la vid, los pámpanos no pueden producir fruto. Pero lo que me llama la atención es la segunda frase del versículo: el Padre es el labrador de la viña. El labrador va regando, podando y abonando la vid, mientras el tronco de la vid provee la sustancia vital para los pámpanos. ¡Dios nos rodea! Recibimos del Espíritu de Cristo la savia espiritual y del Dios omnipotente la protección y dirección. Entonces si no hay fruto en nuestras vidas, ¡obviamente no es por culpa de Dios!

El divino Labrador hoy nos quiere limpiar para que fluya Cristo en nosotros y produzcamos más fruto para su gloria.