"""He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo"" (Juan 16:32).
En el aposento alto Jesús ya sabía lo que iba a ocurrir. Su discípulos huirían, dejándole solo ante sus enemigos. Pero Jesús sabía que no estaba solo ya que el Padre estaba con Él. Este pensamiento también nos consuela. Dios nunca nos abandona. Jamás. Pero hay algo curioso en las palabras de Cristo. Colgado en la cruz, Jesús clama las palabras del salmo 22: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No era una sorpresa. También lo sabía y por eso oraba así en Getsemaní.
Jesús sufrió la separación del Padre para que nosotros jamás lo experimentemos. Nunca estamos solos porque siempre el Padre estará con nosotros, ¡garantizado por la sangre de Cristo!"