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"Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él." (Hechos 12:5)

Fue durante la fiesta de la Pascua que encarcelaron a Pedro con intención de acabar con él, justo en las mismas feches en que sólo unos años antes habían crucificado a Jesús. Esta vez el gobernador no ofreció soltar a un criminal en lugar del reo. Más bien aquí sabía que matar a Pedro aumentaría su popularidad con los judíos. Parecía que todo estaba perdido para Pedro y la joven iglesia que servía. Pero en esa última noche, para sorpresa no solamente de Pedro (9) sino también para la iglesia reunida en oración (14), apareció un ángel y abrió las puertas de la cárcel. Hemos de aprender a confiar en Dios y dejar que Él nos siga sorprendiendo. Justo cuando aceptamos lo que creemos que es su voluntad, a veces Él obra para hacer lo inesperado. Pero otras veces cuando estamos seguros que Él tiene que intervenir de una manera u otra, nos da la gracia para aguantar la prueba. Pero si confiamos, el resultado será siempre lo mismo: nuestro bien espiritual y la gloria de Dios.

La verdadera clave en el andar espiritual no es anticipar lo que Dios hará, sino reconocer lo que Dios está haciendo. (db)