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"Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová;" (Salmo 27:8)

Este versículo invita nuestra meditación esta mañana porque hay una relación compleja de voces en un solo versículo. Empieza con el salmista dando testimonio del pensamiento de su corazón, pero el mandamiento que sigue, ""Buscad mi rostro"" no es la voz del salmista. La única forma que tengo para explicar este versículo es decir que encontramos aquí el eco de la voz de Dios en el corazón del creyente. Es el corazón que habla pero es a la vez la voz de Dios invitando al corazón del salmista a buscarlo. Estamos rodeados de la filosofía del mundo que dice que debemos ""escuchar nuestro corazón."" Si hablamos de nuestro corazón carnal, cuidad; prestar atención a los deseos carnales es una receta para el desastre. Pero si, como encontramos en este salmo, hablamos del eco de la voz de Dios en nuestro corazón —el corazón nuevo que Dios crea dentro del creyente— debemos hacer lo que dice el salmista: proponer con firmeza buscar el rostro de Dios. Y como dice el versículo siguiente, jamás nos dejará ni nos desamparará (13).

Busca su rostro hoy, pasando tiempo en su Palabra, meditando y orando. Él nos invita a invertir nuestras vidas en él y sinceramente es la mejor inversión de nuestro tiempo en este mundo. (db)