"Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos" (Éxodo 24:14).
Moisés subió a Sinaí entrando en la nube que era la gloria del Señor. Pasaría días en la presencia divina, días en que no guiaría al pueblo. No obstante deja atrás a Aaron y Hur, los dos que le habían sostenido las manos durante la batalla con Amalec. Son dos de los hombres que habían visto la forma de Dios en el monte (24:10). Pero mientras Moisés hablaba con Dios en el monte, es el mismo Aaron el que forma el becerro de oro, ignorando los mandamientos que Dios había comunicado a oídos de toda la congregación. ¿Cómo podría Aaron escuchar a Dios, ver su gloria y cometer semejante pecado? Pensamos a veces que las victorias espirituales del pasado son suficientes para guardarnos del peligro presente. Nuestro andar diario con Dios no tiene sustituto. Como decía Pablo: debemos olvidar las cosas pasadas, tanto los fracasas como las victorias, y proseguir a la meta (Fil. 3:13-14).
No confiemos en el pasado. No hay mejor manera de garantizar nuestro fracaso. Más bien busquemos hoy al Señor y sigamos en comunión con Él. Dejemos así que Él nos guíe en sus caminos. (db)