"y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas anatema; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema." (Deuteronomio 7:26)
Aquí en la ley, Dios manda a su pueblo sobre lo que deben hacer con los ídolos de la tierra que estaban a punto de heredar: destruirlos por completo. ¡Incluso en el contexto les advierte de no intentar rescatar el oro que los cubría! Debían aborrecer lo que era una abominación a Dios, la señal de la rebeldía de la creación contra su Creador. Si no obedecían, correrían el riesgo de llegar a ser anatema ellos también. Más adelante, cuando bajo Josué el pueblo llegó a Jericó, Dios repitió este mandamiento y Acán desobedeció. En resumidas cuentas, Dios quiere que su pueblo se mantenga limpio y separado de lo abominable para que lo abominable no les destruyera.Vivimos rodeados de una sociedad rebelde que ha rechazado a Dios. El propósito de Dios es que vivamos entre ellos sin llegar a ser conformados y manchados de su pecado. Estamos aquí para ser luz y sal, pero el peligro que corremos es llegar a asimilar las abominaciones que nos rodean, incluso sin darnos cuenta. Debemos ser conscientes del peligro: nos pueden destruir.
Mantengamos nuestra mente, nuestra vida y nuestro testimonio limpio para el Señor, para que podamos ser el testimonio que Dios quiere que seamos.