«Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.» (Marcos 3:35)
Marcos 3:20 nos dice que durante el ministerio de Galilea, la multitud agolpaba a Jesus y sus discípulos tanto que no tenían tiempo ni para sentarse a comer. Podemos imaginar el desgaste emocional y físico que experimentaba Jesús y sus discípulos por la presión constante de las multitudes. Por eso, más adelante, vemos que Jesús lleva a sus discípulos aparte para descansar. Bueno, las noticias llegaron a la familia de Jesús sobre la presión constante que estaban experimentando y vemos que los suyos, sus hermanos y su madre, decidieron venir a apartarle, porque, según el 3:21, pensaban que Jesús estaba fuera de sí. Esto nos ayuda a entender mejor por qué no salió Jesús a recibir a sus hermanos que venían con su madre (3:31). Ellos habían venido supuestamente para hacerle un favor y salvarle del estrés y del agobio del ministerio. Pero precisamente, esta etapa de su ministerio era una parte de la voluntad de Dios. Jesús aprovecha esta ocasión para resaltar la esencia de lo que significa ser un verdadero discípulo. En vez de frenar la voluntad de Dios –incluso si era supuestamente para el bien de Jesús, como en este caso– el verdadero discípulo busca ocuparse en hacer la voluntad de Dios.
¿Esta tu vida hoy frenando o fomentando la voluntad de Dios? Si verdaderamente pertenecemos a la familia de Dios (hijo o hija de Dios), lo mostraremos cuando buscamos hacer la voluntad de Dios. (David Bell)