"""Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro."" (1ª Juan 3:1-3).
En este texto encontramos el privilegio de ser hijos de Dios: Tenemos la promesa de que un día veremos a nuestro Salvador y seremos hechos semejantes a él. Pero ser hijo significa no sólo privilegios sino también responsabilidades. Un día reflejaremos perfectamente nuestra condición de ser hijos de Dios, pero ahora mismo hemos de obedecer al Espíritu y vivir como hijos de Dios.
¡Qué nuestros privilegios espirituales nos recuerden de nuestras responsabilidades!"