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«Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.» (Marcos‬ ‭6:52‬)

Cristo había hecho el milagro de la multiplicación de los panes y peces delante de las multitudes. Ahora Jesús viene a los discípulos andando sobre el mar y calma la tempestad. Estaban asombrados, sorprendidos por el poder de Cristo porque no habían entendido "lo de los panes". Nos lleva a ver un contraste entre estos dos milagros. La multiplicación de los panes era fácil de ignorar. Era un milagro, pero lo que llamaré un milagro "quieto". Jesús no había hecho aparecer de repente la comida de la nada; más bien simplemente partiendo el pan y los peces, Jesús había llenado las cestas para alimentar a las multitudes. Casi era fácil ignorar los eventos milagrosos que había producido la abundancia de comida. Pero en el segundo milagro, Jesús venía andando sobre el mar y calmó la tempestad. Ese gran milagro era imposible de ignorar. La verdad es que los dos milagros, tanto los "quietos" como los "grandes" habían demostrado la deidad de Cristo, pero los discípulos no eran capaces de verlo en el primer milagro y por lo tanto les sorprendió el segundo.

La aplicación para nosotros viene en este punto. ¿Somos capaces de ver a Dios en los milagros "quietos" que nos rodean? Claro está que si viéramos un milagro "grande" nos sería más fácil, pero si quitamos el corazón endurecido y aprendemos a reconocer la mano de Dios en lo cotidiano empezaremos a avanzar en nuestra vida espiritual.