«Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.» (2 Corintios 8:9)
Aquí encontramos el evangelio resumido en un solo versículo. El trasfondo es nuestra pobreza espiritual. Destituidos de la gloria de Dios, no teníamos ninguna esperanza. Pero Cristo se despojó a sí mismo, dejando atrás la gloria que siempre había sido suya y se humanó en pobreza, muriendo en una cruz por los pecados de la humanidad para que nosotros podamos llegar a ser los hijos de Dios. Esta es la condición que Pablo describe como rico. Es lo que llama “gracia”. Pero lo interesante es que en este contexto Pablo está hablando de la ofrenda para los hermanos en Jerusalén. Jesús es el ejemplo de ofrendar. Él se dio a sí mismo para salvar a los pecadores. Esta gracia o generosidad a nuestro favor debe motivarnos a abrir los ojos a las necesidades de nuestros prójimos. El concepto principal es la disposición de compartir en nuestra abundancia para suplir la escasez de nuestros hermanos. Si hemos conocido la gracia de nuestro Señor Jesucristo, debemos vivir pensando en las necesidades de los demás, no solo material sino también en lo espiritual.
Busquemos oportunidades hoy de ser de bendición y ayuda a los que nos rodean, como reflejos de la gracia de Dios en Cristo. (David Bell)