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«Y luego que el rey David oyó todo esto, se enojó mucho.» (‭‭2 Samuel‬ ‭13:21‬)

Amnón, el primogénito de David, violó a su hermanastra, Tamar, siguiendo el consejo de su primo, Jonadab. Dentro de la familia del rey encontramos esta historia vergonzosa y triste. Pero me llama la atención la reacción de David. Se enojó mucho, nos dice, pero ¿qué hizo? No hubo un castigo. No hubo juicio. Cualquier otra violación en el reino habría sido tratado según la ley (y hay instrucciones específicas para varias diferentes situaciones de violaciones), pero en la familia del rey no se hizo nada. Lo sabía, estaba enojado, pero no hizo nada. Igual David creía que no estaba en una posición para castigar un pecado tan parecido a su propio pecado con Betsabé. Igual veía a sí mismo en su hijo y no pudo pasar sentencia. Como resultado Absalón tomó la situación en sus propias manos y asesinó a su hermano. David había cometido adulterio y asesinato y ahora uno de sus hijos violó a su hermanastra y otro lo mató en venganza.

Nosotros corremos un grave peligro. Podemos enfadarnos con el pecado sin realmente tratarlo. Si así actuamos estamos abriendo la puerta al desastre. El enfado no es suficiente. Necesitamos confesar el pecado y abandonarlo. Tengamos cuidado de no ignorar el pecado. Vayamos a Cristo en arrepentimiento ya que murió por nosotros para que podamos tener victoria sobre el pecado. (David Bell)