«Y dijo a Josafat: ¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos.» (1 Reyes 22:4)
El rey Josafat es un personaje enigmático en las Escrituras. Según el segundo libro de Crónicas, ""anduvo en los primeros caminos de David su padre, y no buscó a los baales"" (17:3). No obstante, es difícil explicar la falta de sabiduría que le llevó a ayudar al malvado rey de Israel, Acab, aquel seguidor de Baal que junto con su reina, Jezabel, sustentaba 450 profetas de Baal y 400 profetas de Asera. No sólo fue a la batalla con él, sino también unió su familia a la idolatría de Israel cuando permitió que su hijo y el heredero del trono se casara con la hija de Jezabel. Así que, cuando Acab le invitó a ir a la batalla con él contra sus enemigos, Josafat estaba tan vinculado con Acab que sus palabras eran la verdad: yo soy como tú. A efectos prácticos, no quedaba ninguna distinción entre el que había intentado andar en los primeros caminos de David y el que se había vendido a hacer lo malo ante los ojos de Jehová.
Dios nos ha llamado a vivir en este mundo sin llegar a formar parte de este mundo. Necesitamos la sabiduría de Dios para evitar caer en el error de Josafat que llegó a ser igual a los que odiaban a su Dios. Que Dios nos ayude ser influyentes en las vidas de los que nos rodean sin que ellos nos influyan para mal. (David Bell)