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«Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.» (Lucas 23:8)

En la noche en que Judas entregó a Jesús, Pilato no sabía qué hacer, pero cuando se enteró de que Jesús era de Galilea, decidió enviarle a Herodes. Por su parte, Herodes se puso contento con la noticia, ya que desde hace tiempo había querido ver a Jesús porque tenía curiosidad. Había escuchado de los milagros que Jesús hacía y quería ver alguno con sus propios ojos. Herodes recibió a Jesús como si fuese un mago de fiesta. Pero Jesús no hizo ningún milagro para este curioso pero malvado rey. Hay muchos Herodes en el mundo hoy, personas que se alegran de ver a Jesús porque querrían sacar algo de Él. Pero terminarán burlándose de Él. La reacción de Herodes es la opuesta del verdadero creyente. Nos alegra ver a Jesús, no por la curiosidad de ver algo nuevo, sino de pura necesidad. Una persona que está ahogando en el agua no se alegra de ver el socorriste porque ha escuchado que es buen nadador. Se aferra al único que lo puede salvar de la muerte.

Recordemos que las personas que nos rodean tienen una necesidad espiritual aunque no sean conscientes de ello o lo ignoren. No nos contentemos con su curiosidad por Jesús. Compartamos con ellos su necesidad, orando que Dios les abra los ojos para que sepan que Jesús es su única esperanza. (David Bell)