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«De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin.» (Daniel 6:26)

El rey Darío publica estas palabras después de sacar a Daniel vivo del foso de los leones. Los enemigos de Daniel habían intentado usar su piedad para destruirle, pero Dios tenía otro propósito. Cuando dilataron a Daniel por orar a Dios como era su costumbre, el rey no tuvo más remedio de castigarle como demandaba la ley. Pero ahora el rey reconoce al Dios de Daniel como el Dios que no solamente vive eternamente sino que también reina perpetuamente, sin que nadie jamás estorbe su autoridad. Esta confesión del rey es preciosa, pero sencillamente, es el restulado de escuchar el testimonio y ver la fe de un creyente verdadero. El plan que los enemigos de Daniel habían diseñado a destruirle, fue usado por Dios para hacerle al rey ver que había un Dios vivo en los cielos que reinaba sobre los asuntos de los hombres. Me pregunto si nosotros hemos llegado a este punto en nuestra confianza. Sabemos que Dios vive eternamente pero ¿realmente creemos que su dominio es permanente y que nadie podrá jamás estorbar sus planes?

Esta fe nos dará una confianza y un gozo en el día a día porque, aunque muchas veces no llegamos a entender por qué Dios permite lo que permite, podemos confiar en que todo sigue bajo su control amoroso. (David Bell)