«Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos.» (Éxodo 9:27)
Hasta ese momento en el relato del enfrentamiento entre Faraón y Dios, Faraón no había tenido tiempo para Dios. Sólo había intentado negociar con Moisés y Aarón para conseguir lo que le interesaba. Pero después de la séptima plaga, la del granizo, el discurso de Faraón parece cambiar. De repente dice lo que Moisés jamás habría imaginado escuchar del que estaba sentado sobre el trono de Egipto. Admitió que había pecado. Sus palabras parecen una perfecta demostración de arrepentimiento. Faraón reconoce no solamente su condición de pecador sino también la justicia perfecta de Dios. Pero tristemente, como demuestran sus acciones a continuación, no había ningún cambio en su corazón. En cuanto desapareció la plaga, Faraón volvió a endurecer su corazón. El profeta Jeremías nos advierte que el corazón es engañoso y perverso, imposible de conocer. Es fácil llegar a decir lo correcto para intentar conseguir lo que deseamos. Pero no podemos engañar a Dios. Dios ve lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros. Por eso debemos orar con el salmista, pidiendo que Dios examine nuestro corazón (139:23-24) y nos libre de los pecados ocultos (19:12).
Toma un momento hoy para pedir que Dios te examine y te libre de cualquier pecado que se albergue en tu corazón. (David Bell)