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«Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas.» (Salmo 43:3)

Me encanta esta petición del salmista. Pide que Dios le envíe su luz y su verdad. En primer lugar, pide luz porque reconoce que en nuestra condición natural, todos andamos en oscuridad. Desafortunadamente, nuestro orgullo nos lleva a creer que tenemos luz suficiente en nosotros mismos para ver el camino delante de nosotros. Pero la verdad es que somos ciegos; sin la luz de la dirección de Dios, estamos perdidos. Pero también pide la verdad de Dios para guiar su camino. Si la luz de Dios nos permite saber dónde hemos de andar, su verdad nos protege contra los engaños y los errores que nos amenazarán por el camino. Pero también es bonito notar hacia donde nos guían su luz y su verdad: nos conducen a las moradas de Dios, a la comunión íntima con Dios. Y lo mejor de todo es saber que Dios siempre contesta esta petición. Cristo lo dijo así: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; … porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla» (Mateo 7:7-8). Dios ya nos ha dado la verdad de su Palabra que sirve como una lámpara para nuestros pies (Salmo 119:105) y siempre nos encaminará en su verdad (25:5).

Debemos hacer que esta petición sea nuestra diariamente. La luz y la verdad de Dios son lo más importante que podemos pedir en nuestro andar diario. (David Bell)