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«Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; Como carga pesada se han agravado sobre mí.» (Salmo 38:4)

En este salmo encontramos una imagen vívida del pecado. El salmista compara el pecado con una carga pesada que agrava o sigue pesando sobre sus hombros hasta el punto que no se puede aguantar más. Ahora, esta imagen es contraria al concepto del pecado que muchas veces tenemos nosotros en la cabeza. Nos es fácil pensar en el pecado como algo divertido, algo que da placer. La realidad es que el placer es sencillamente la puerta de entrada, pero una vez dentro, se descubre que el pecado es, como dice el salmista, una pesada carga que se va aumentando sobre nuestra cabeza. Esta carga es demasiado pesada para que la lleve una persona y la culpa acumulada va mermando la salud mental, y por supuesto también la salud espiritual, del pecador. Pero las buenas nuevas del evangelio, según el profeta Isaías, son que el prometido Siervo de Jehová “llevó ... nuestras enfermedades” (Is. 53:4). Como lo expresa el apóstol Pedro en el Nuevo Testamento: Jesús “llevó … nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1 Pedro 2:24). Jesús tomó sobre sus hombros la carga pesada de todas nuestras iniquidades que jamás podríamos haber llevado nosotros por nuestra cuenta.

Hoy hemos de alabar a nuestro Salvador porque nos ha salvado de la pesada carga que eran nuestras iniquidades para que andemos en novedad de vida. (David Bell)