«Porque él se pondrá a la diestra del pobre, Para librar su alma de los que le juzgan.» (Salmo 109:31)
En este salmo, David pide la retribución divina sobre la persona que odia y maltrata al pueblo de Dios. Los apóstoles vieron reflejado en este salmo el personaje de Judas y usaron el versículo 6 para apoyar su decisión de pedir que Dios eligiera a otro que tomara su lugar entre los discípulos. Pero lejos de ser una canción de amargura y venganza, este salmo enfatiza la importancia de la confianza en Dios. Por eso el salmo termina con esta imagen de confianza y alabanza: Dios en pie a la diestra del salmista, como abogado defensor, dispuesto para defender y librarle de los que le juzgaran. Es precisamente la misma imagen que pinta el Nuevo Testamento del Cristo glorificado. Como dice Juan en su primera epístola: «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1 Juan 2:1). El autor de la epístola a los Hebreos también aprovecha esta imagen: «por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (Hebreos 7:25). Nuestro Abogado siempre está a la diestra de Dios intercediendo por su pueblo contra el acusador.
Andemos con confianza hoy sabiendo que tenemos uno que se pone a nuestra diestra para interceder por nosotros cuando tropezamos y para defendernos y librarnos cuando nos acusa el maligno. Es un verdadero motivo de alabanza. (David Bell)