«Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel.» (Amós 4:12)
Aquí el profeta Amós avisa al pueblo que se prepare para un encuentro con su Dios. Quizás estamos acostumbrados a escuchar estas palabras y pensar en algo bueno. Después de todo, así hablaba el apóstol Pablo durante su primer encarcelamiento, diciendo que deseaba «partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» [que seguir viviendo en este mundo]. (1:23). Pablo estaba deseando partir hacia aquel encuentro con Cristo. Pero la situación que anunciaba Amós era completamente diferente. El pecado del pueblo había subido ante Dios y Dios ya no lo podía aguantar más. Dios estaba a punto de juzgar a “su pueblo” y el resultado sería un encuentro temeroso de juicio. Ahora bien, todos vamos camino a un encuentro con Dios después de esta pasajera vida terrenal. La pregunta es ¿qué tipo de encuentro nos espera? ¿Seremos abrazados por un Padre celestial como sus hijos vueltos a casa o seremos juzgados como rebeldes ante un juez? Sin Cristo, lo único que nos espera es «una horrenda expectación de juicio» (Hebreos 10:27), pero Cristo es el único que nos puede transformar y preparar para este encuentro para que cuando diga «Ciertamente vengo en breve.» podamos responder «Amén; sí, ven, Señor Jesús.» (Apocalipsis 22:20b).
El tipo de encuentro que nos espera debe cambiar la forma en que vivimos este día. (David Bell)