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«Y partimos del río Ahava el doce del mes primero, para ir a Jerusalén; y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y del acechador en el camino.» (Esdras 8:31)

El viaje que Esdras describe era peligroso. Viajaban de sus casas en el cautiverio para volver a Jerusalén con todas sus posesiones y con el dinero que el rey había destinado a la obra de reconstrucción. El peligro del viaje estaba en los “acechadores en el camino”. Estos ladrones podrían haberlos atacado y robado de todo cuanto tenían. No obstante, no ocurrió. ¿Suerte? Esdras no se atrevía a creer eso. Él sabía que era la mano de Jehová que estaba sobre ellos para fortalecerles y protegerles. Bajo esta mano de Dios, Esdras y los exiliados retornados volvieron a habitar Jerusalén y construyeron de nuevo el templo de Dios. Cada vez que nosotros nos disponemos a hacer la voluntad de Dios, estamos en la misma situación que Esdras y el pueblo. Estamos en peligro. El acechador de las almas querría atacarnos y robarnos de lo más valioso que tenemos. Pero debemos recordar con Esdras que la mano de nuestro Dios está con nosotros. No quiero decir que todo será fácil y bonito. Jesús jamás nos prometió una vida fácil. Más bien la promesa de Dios nos dice que en todo lo que nos pasa, siempre podemos contar con la presencia de Dios a nuestro lado junto con su fuerza y protección.

Si está sobre nosotros la mano de nuestro Dios hoy, debemos animarnos a hacer toda la voluntad de Dios, no importa cual sea. (David Bell)