«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.» (Lucas 5:32)
Los fariseos estaban “ofendidos” porque Jesús comía con pecadores. Ahora bien es importante aclarar que comía con pecadores arrepentidos. Pero aún así les parecía mal a los fariseos. Jesús declara su misión: llamar a pecadores al arrepentimiento. Pero la forma en que lo expresa me fascina. Dice que no ha venido a llamar a justos … al arrepentimiento. Ahora, no se puede llamar a un justo al arrepentimiento porque si de verdad es justo, no tiene nada de que arrepentirse. Pero el problema es que no hay justo, ni aún uno. Allí estaba el verdadero problema: estos fariseos se creían justos y la mera insinuación de que tenían necesidad de arrepentirse les hubiera ofendido. Pero como vemos en su conversación con Nicodemo, Jesús también había venido para llamar a fariseos al arrepentimiento. Por eso dijo en plural, «Os es necesario nacer de nuevo» (Juan 3:7). El llamamiento al arrepentimiento es un llamamiento universal para cada uno de los descendientes de Adán, ya que todos hemos pecados y por lo tanto, estamos todos destituidos de la gloria de Dios. Nuestro peligro es olvidarnos de nuestra condición verdadera y empezar a imaginar que somos justos, que estamos sanos espiritualmente y que no precisamos del médico divino. Pero Jesús vino para abrir nuestros ojos a la enfermedad del pecado para poder sanarnos.
Sigamos tiernos al arrepentimiento diariamente, confesando nuestros pecados y buscando la limpieza divina. (David Bell)