«Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.» (Lucas 14:18)
En esta parábola de Jesús, hay un hombre rico que prepara un gran banquete para sus invitados, pero cuando llega el momento de la comida, todos los convidados de repente empiezan a poner excusas. Le hacen un feo terrible, no simplemente porque no pueden ir al banquete, sino ¡porque las excusas que dan son terribles! El primero alega que ya ha comprado una propiedad que ni ha visto, y después de pagar su precio, ahora va a ir para inspeccionarla. Desde luego, ¡no es la mejor forma de hacer negocios! Pero en vez de amargarse el anfitrión, decide invitar a su banquete a los despreciados de la sociedad y así lo hace. La parábola habla del reino de Dios (ver 14:15) y muestra la reacción de Dios cuando los lideres de los judíos rechazaron al Cristo y a su reino. También explica por qué Jesús comía con pecadores arrepentidos (ver 15:1) y pasaba tiempo con personas enfermas. Pero mi pensamiento hoy vuelve a las palabras del versículo: “comenzaron a excusarse”. Que fácil es poner excusas, pero ¡que peligroso! Si nos encontramos poniendo excusas ante Dios, debemos parar inmediatamente y volver a escuchar la voz de nuestro Dios que nos invita a disfrutar de comunión con Él en su mesa.
Obedezcamos la buena y perfecta voluntad de Dios hoy en todo lo que nos dice para no perder sus bendiciones por las excusas tontas. (David Bell)