«habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación.» (Hechos 15:31)
Los cristianos en la iglesia de Jerusalén escribieron una carta a los gentiles recién convertidos para aclarar el tema de la relación entre la ley y la fe. El mensaje de la carta es simple: la salvación depende exclusivamente de la fe. Dios es el que nos salva y ninguno de nosotros podemos merecer la salvación por medio de nuestra moralidad o nuestra obediencia a la ley. Cuando llegó la carta y se leyó a la congregación, los cristianos gentiles reaccionaron con gran regocijo y consolación. Saber que la obra de Cristo es suficiente para salvar a cualquier pecador y que la salvacón no depende de nuestros esfuerzos debe siempre producir consuelo y gozo en nosotros. Sinceramente si nuestra salvación dependiera también de nosotros, aunque fuese sólo la más mínima parte, jamás podríamos tener la seguridad que vemos en el Nuevo Testamento. Si la salvación dependiera de nuestra obediencia a la ley, el apóstol Pablo jamás podría haber afirmado que no le quedaba ninguna condenación (Romanos 8:1). Pero esta confianza increíble es nuestra porque la salvación depende exclusivamente de Dios. Cómo afirmó el profeta Jonás: la salvación es de Jehová (Jonás 2:9). Este consuelo debe llenarnos de gozo, otra característica fundamental del creyente. ¿Estamos viviendo en este consuelo y por lo tanto tenemos este gozo?
Tomemos tiempo hoy para meditar en la obra perfecta de nuestro Salvador y dejemos que nos vuelva a llenar de consuelo y de gozo. (David Bell)