«Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?» (Mateo 20:6)
En esta parábola Jesús cuenta de un hombre que busca obreros para trabajar en su campo. Visitó el mercado donde esperaban los trabajadores a la primera hora de la mañana. Volvió tres veces más (a las 9, 12 y 15) y cada vez encontraba trabajadores para enviar a su campo. Lo sorprendente de la historia llega cuando vuelve a pasar por el mercado a las cinco de la tarde, faltando solo una hora para el atardecer. Vuelve a encontrar a hombres y les pregunta por qué están todavía allí desocupados. La pregunta es buena. ¿Donde habían estado éstos las 4 veces anteriores cuando había pasado? Pero al final les mandó a trabajar y una hora después pagó a todos el mismo salario. Con esta parábola Jesús nos enseña que la entrada al reino de los cielos es por la pura bondad y gracia de Dios. Pero también nos recuerda que nunca es tarde. Incluso aunque sea la undécima hora, los que antes no han escuchado (o no han querido escuchar) la invitación de Dios, tienen todavía la oportunidad de aceptarla. ¿Conocemos a alguien que todavía no ha aceptado la invitación para entrar en el reino de Dios? Aunque sea la undécima hora no perdamos la esperanza. Jamás es tarde para Dios.
Sigamos orando y manteniendo la puerta abierta. Creo que en el cielo nos esperarán muchas sorpresas por la misericordia y la bondad de nuestro Dios. (David Bell)