«Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová.» (Levítico 23:16)
En Levítico, Dios estableció la fiesta de semanas, mejor conocida como pentecostés. Empezando con el día después del día de reposo de pascua (domingo), se contaba siete semanas (domingo a sábado). Luego se añadía un día más y así se llega a los 50 días (pentecostés), el domingo en que se celebraba la cosecha temprana en acción de gracias a Dios. En ese día traían una ofrenda de dos panes. Lo especial de este día para nosotros es la conexión con Cristo. Pentecostés se cuenta a partir del día de la resurrección de Cristo. Cristo pasó 40 días con los discípulos hasta que ascendió al cielo, dejándoles el mandamiento de esperar en Jerusalén la promesa del Padre. Diez días después en un domingo, con Jerusalén llena de visitas, descendió el Espíritu Santo sobre ellos y los llenó para predicar el evangelio delante de las multitudes y se convirtieron tres mil. En el día que los judíos ofrecían los dos panes, los discípulos celebraban los dos panes espirituales: Cristo, el “Abogado” (paracleta 1Juan 2:1) que nos representa ante el Padre y el Espíritu Santo, el “Consolador” (paracleta Juan 14:16) que nos llena para santificación.
Esta fiesta antigua preparaba el camino perfectamente para la iglesia de Cristo. Alabemos a Dios hoy en gratitud por Cristo y el Espíritu Santo, el fundamento de nuestra vida espiritual. (David Bell)