«Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.» (Josué 1:8)
Cuatro veces en el capítulo uno de Josué, Dios anima y manda a Josué a que se esfuerce y que sea valiente en obedecerle. Pero Dios también le da un consejo para explicar cómo debe esforzarse. Si Josué quería saber la voluntad de Dios y hacer lo que a Dios le agradaba, debía hablar de la ley de forma habitual y debía meditar en ella consistentemente. Realmente es simple si lo piensas: era más fácil para Josué obedecer a Dios si estaba llenando su mente de los pensamientos de Dios. Creo que muchas veces nuestro problema es que Dios está muy lejos de nuestros pensamientos y por eso ni vemos venir las tentaciones o perdemos las oportunidades de ser usados por Dios. Lo que vemos de la vida de Jesús en los Evangelios es precisamente esto: el libro de la ley estaba constantemente en su boca y en sus pensamientos. Nosotros también debemos esforzarnos conscientemente de llenar nuestros pensamientos de la Palabra para que el Espíritu Santo pueda usarla en seguir transformándonos todos los días. Este esfuerzo y valor jamás serán en balde.
Hagamos el esfuerzo hoy de meditar en la Palabra a lo largo del día. Hablemos con el Señor cada vez que tengas oportunidad y busquemos oportunidades también de hablar del Señor con los que nos rodean. (David Bell)