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«Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.» (Lucas 1:74-75)

Zacarías, antes de profetizar sobre el papel espiritual de su hijo, Juan el Bautista, en preparar el camino delante de Mesías, habla del Mesías mismo. El propósito del prometido Ungido de Dios era librar a su pueblo de sus enemigos. Muchos de los que escucharon estas palabras las entendían como una referencia clara a la victoria sobre sus enemigos físicos. Creían que el Mesías había venido para librar a la nación de Israel del dominio del imperio Romano. Pero debemos escuchar las palabras de Zacarías en el contexto general de las Escrituras. Si volvemos al principio de la Biblia, encontramos que el mayor enemigo de la raza de Adán que la Simiente de la mujer vino a conquistar era la serpiente, Satanás (Génesis 3:15). Jesús vino para herir al acusador del pueblo de Dios en la cabeza para traer así a su creación la libertad de la tiranía del pecado y de la muerte. En las palabras de Zacarías vemos este mismo pensamiento: el propósito de la libertad de los enemigos es para que podamos servir a Dios en santidad y justicia para siempre. Sin la victoria de Cristo en la cruz en nuestro lugar, no hay santidad ni justicia, y sin estas, no estamos en condición de servir a Dios.

Cristo vino para librarnos de todos nuestros pecados. ¿Estás vestido de la santidad y de la justicia que sólo vienen por medio de la fe en Cristo? Si es que sí, busquemos servirle hoy y cada día. (David Bell)