«Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.» (Lucas 19:9).
Los de Jericó, posiblemente los fariseos, estaban ofendidos y murmuraban porque Jesús entró en la casa de Zaqueo para comer con él. Ellos veían que Jesús estaba posando con un pecador, pero Jesús veía lo que ellos no podían, el corazón arrepentido de aquel pequeño hombre. El cambio en el corazón de Zaqueo se manifestó rápidamente en su vida. Sin que nadie le dijere nada, se puso en pie y ofreció restaurar lo que había defraudado. Jesús aprovecha esta declaración para aclarar a los murmuradores lo que había ocurrido aquel día, Zaqueo había experimentado la salvación. Ahora, es interesante la frase que continúa: le llama a Zaqueo un hijo de Abraham. No hay ninguna evidencia de que Zaqueo fuera gentil. O sea, había nacido un hijo de Abraham. ¿Qué quería decir Jesús con esta frase? Gálatas 3:7 nos ayuda a contestar esta pregunta: «Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham». Zaqueo llegó a ser doblemente hijo de Abraham porque, reconociéndose pecador, había puesto su fe en el Salvador. Así es como la salvación llegó a su casa, y es así como llega la salvación a cada uno de nosotros.
Si somos también nosotros hijos de Abraham por la fe, debe notarse en nuestras vidas. Dejemos hoy que el Salvador siga transformando nuestras vidas para que sea evidente nuestra salvación ante el mundo que nos rodea. (David Bell)