«No tenga tu corazón envidia de los pecadores, Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo; Porque ciertamente hay fin, Y tu esperanza no será cortada.» (Proverbios 23:17-18)
Desde nuestra perspectiva en este mundo, los pecadores muchas veces parecen tenerlo todo. Por lo tanto, es fácil mirarles y sentir hasta envidia de ellos. Pero el sabio aquí nos recuerda que en vez de desear los placeres temporales del pecado, debemos desear el temor de Dios. O sea, el pecado puede dar placer temporal, pero una relación personal con Dios trae un gozo eterno. La última parte del proverbio lo expresa así literalmente: porque ciertamente existe el fin [de ellos], pero tu cuerda no será cortada. Si nos encontramos deseando lo que tienen los pecadores, nos conviene recordar, tal como lo hace Asaf en el salmo 73, que viene el día en que los pecadores tendrán que enfrentarse al juicio y toda injusticia será castigada. Pero el proverbio termina con una promesa. La esperanza, o como dije antes, la cuerda del que teme a Dios, no será cortada. La imagen nos lleva hacia atrás a la conquista de Jericó cuando Rahab colgó de su ventana una cuerda como señal y fue rescatada. De allí la palabra adquiere el significado poético de la esperanza. Vivir en el temor de Dios nos llenará con el gozo de la esperanza de que un día viviremos en su presencia para siempre, y esa esperanza no será cortada.
Pidamos que Dios hoy nos abra los ojos para que veamos el engaño del pecado y busquemos de nuevo perseverar en el temor de Dios. (David Bell)