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«Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad» (Santiago 3:14).

En esta epístola, encontramos varios errores que existían entre los creyentes del primer siglo. Desafortunadamente, en algunas congregaciones existía un favoritismo que llevaba a algunos a dar preferencia a los ricos e influyentes de su cultura mientras menospreciaban a los demás (2:1-13). En otros casos, había guerras y pleitos impulsados por la codicia y los malos deseos (4:1-4). Todos estos problemas están resumidos aquí como celos amargos y contención. Todavía hoy en día, existen estos mismos problemas entre cristianos, pero uno de nuestros mayores problemas es que todos tenemos la tendencia de intentar ignorar o excusar el pecado. Santiago aquí nos advierte de la tendencia humana de jactar. Nos es fácil llegar a convencernos a nosotros mismos de que no somos como las demás personas. Podemos llegar a ser como el fariseo en la parábola de Jesús que daba gracias a Dios que no era como aquel despreciable publicano a su lado. El otro error que comenta Santiago es el de mentir contra la verdad, o sea, negar la realidad. La única manera de derrotar la sabiduría terrenal, animal y diabólica es mediante el arrepentimiento. Cuando reconocemos nuestro pecado por lo que es, estamos en la posición de pedir la sabiduría que es de lo alto.

Evitemos hoy la jactancia y la mentira; sólo nos llevarán al conflicto y a la amargura que caracterizan la sabiduría de abajo. Pero en humildad, pidamos que Dios nos llene con su sabiduría para que vivamos en paz con Él y en la medida posible, también con los que nos rodean. (David Bell)