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«No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual.» (2 Reyes 23:25)

Josías es el último buen rey en Jerusalén antes del cautiverio en Babilonia, el tercero de los mejores reyes: David, Ezequías y Josías (ver 2 Reyes 18:5). Aunque no era perfecto, el escritor bíblico lo alaba por su obediencia a la Ley de Dios. Lo interesante es notar como lo expresa. Josías se convirtió, o más literalmente, volvió al Señor, con todo su corazón, alma y fuerzas. Es imposible leer estas palabras sin pensar en el gran mandamiento de Deuteronomio 6:5: Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. No vale un amor a medias, un amor que afecte sólo un aspecto de nuestra vida. Dios desea y merece que volvamos a Él con todo lo que somos. Así era Josías. Se entregó a Dios con todo su ser —corazón, alma y esfuerzos— y el resultado práctico de esta entrega era su obediencia a la voluntad revelada de Dios. Nosotros no somos reyes, pero debemos emular el ejemplo de Josías en nuestra vida espiritual, entregándonos a Dios de todo corazón, alma y fuerzas para vivir conforme a la voluntad de Dios revelada en su Palabra.

En vez de ser personas conformadas al mundo que nos rodea, busquemos ser hoy personas diferentes, porque estamos entregados a obedecer a Dios con todo nuestro ser. (David Bell)