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«Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.» (Jeremías 33:3).

El principio general que encontramos en este versículo es una verdad cuya aplicación práctica resalta la importancia de la oración. Sabemos que debemos elevar nuestras voces en oración a Dios, porque nos oye y nos contestará. Incluso creo que todos podemos dar testimonio que a veces la contestación a nuestras peticiones ha sido algo sorprendente, algo que igual jamás habíamos imaginado. No obstante, es importante que notemos el contexto histórico de esta promesa a Israel. El pueblo de Israel había pecado, abandonando a su Dios y por lo tanto Dios los había abandonado en manos de sus enemigos. Pero a pesar de la infidelidad del pueblo, Dios promete responderles con tres cosas grandes y ocultas. La primera gran cosa es el perdón de sus pecados (33:8). La segunda es la transformación de la nación. Los Israelitas rebeldes un día se convertirían en un pueblo que ofrecería verdadera alabanza y gloria a su Dios (33:9). La tercera gran cosa en este contexto es la más importante de todas, ya que es la base de las dos promesas anteriores: es el Mesías. “En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra” (33:15). Dios sigue haciendo cosas grandes y ocultas para los que claman a Él en arrepentimiento y fe. Por medio de su Mesías, nos perdona y limpia y nos da el derecho de ser hechos hijos de Dios.

Sigamos clamando hoy a nuestro Dios porque todavía tiene cosas grandes para enseñarnos. (David Bell)